Soy una persona algo creída, ególatra, prepotente. Algo, con límites. También sé hasta donde puedo llegar, cuales son mis fronteras. Pero los colombianos, en general, tienen más amor propio que yo. No solo por ellos mismos, por sus personas, si no por todo aquello que se relaciona con la palabra Colombia.
Aman su país por encima de cualquier cosa y están en un 90% seguros de que viven en el mejor sitio de la Tierra, hayan o no salido de Bogotá. Y en parte, tienen razón: Colombia tiene algunos de los parajes más bonitos del planeta, desde la selva de Leticia hasta las islas de Barú, incluyendo San Andrés o Cartagena. Pero también tienen más corrupción que España (sí, es posible…), un sistema de sanidad con la estructura de ser potencialmente un referente y el problema de estar atrasado, el transporte público del siglo pasado y carreteras con agujeros que se tragan coches enteros.
Y pasa también con el deporte: en Colombia no siguen al Madrid, ahora el Bayern; siguen a James. Aplicable al Milan, Juve, Mónaco y un largo etcétera. Nairo es el mejor ciclista pero si pierde el Giro por cobarde es porque se está preparando para el Tour. Y si pierde el Tour, es por culpa de Unzúe. Montoya en cambio, cae mal porque renunció a correr por Colombia. Y si encima les dices algo, su respuesta es «y vosotros qué». Como si a mi me importara lo más mínimo lo que hacen o dejan de hacer los deportistas españoles por el mundo. Si James no juega es por culpa de Zidane, que no lo hiciera con Ancelotti o Benitez ya es otro tema.
Y lo peor de todo, la envidia. Tienen envidia de los colombianos que, por el motivo que sea, han salido del país y han tenido éxito. Y eso les duele como pasa en España. Les duele que además los mismos emigrantes hablen mal de su país, por el motivo que sea. Si han huido, será por algo. Y no ayuda que la prensa, como pasa en España, oculte la realidad del país, sea política, económica o de cualquier tipo, y ponga encima portadas y portadas de Venezuela. ¿Nos suena habitual, verdad? Un saludo a los grandes medios de España.
Sucede lo mismo en el proceso de paz: «sí, queremos acabar la guerra pero sin dar nada a cambio». Ya, bueno, no funciona así. «Pero ellos son asesinos y no van a ir a la cárcel». Con todos mis respetos, es una guerra, y si uno no cede, el otro no para. Se supone que el pueblo de Colombia son los buenos y las FARC, el ELN y el resto de grupos armados, los malos. ¿Entonces por qué se tumbó el proceso? Bueno, principalmente por la campaña de Uribe. Pero también porque los guerrilleros no merecen entrar en esa oportunidad de justicia especial.
En realidad, todo es bastante como en España: somos el mejor país del mundo y la prensa lo oculta, Alonso pierde por el motor, los jóvenes emigrantes «ya volverán, ya volverán» y habría que bombardear y asesinar a los presos de ETA*. Luego, pues tienen a Gabriel García Márquez, a Botero, un proceso de paz que debería ser la envidia del mundo y ya lo he dicho antes, algunos de los rincones más bonitos del continente, incluso del mundo. Pero sigue siendo Pablo Escobar, la coca y las mujeres colombianas lo que fuera del mundo se conoce como la marca Colombia. Como la siesta, la sangría y los toros.
* Ninguna de estas cosas las digo yo. Personalmente creo que España es de los mejores trozos de tierra del planeta, pero la gente molesta; Alonso pierde porque el coche no es bueno, que lleve 10 años así es otro tema; ojalá no vuelva ningún joven, yo no volveré; ojalá un proceso de paz como el de Colombia con ETA.