Sorprendentemente estoy vivo. No sé cómo del todo, pero ya llevo un mes largo en Australia y solo he tenido un par de citas con la muerte. Obviamente hablo de los animales de este país. En Sydney, cada nuevo día es una aventura y cada noche que llegas a casa por tu propio pie una gran victoria. Como la película «1000 maneras de morder el polvo» pero en pleno siglo XXI y la gran cuidad. Y más divertida, para que engañarse. No es una exageración, ya veréis.
Vamos de menos a más. Imaginaos que estáis una tarde jugando a baloncesto en un parque normal y corriente y que cae la noche, sobre las 20.00 más o menos. Deberías irte a casa, en serio. ¿Por qué? Murciélagos de un metro. UN METRO. [Aquí un ejemplo]. Estos murciélagos se ríen de Christian Bale y el joker juntos. Si uno me coge, me puede llevar de vuelta a Barcelona sin problemas y sin escalas. Por suerte son herbívoros y no suelen atacar a los humanos a no ser que se vean en peligro. Pero si lo hacen, si van a por ti, como mínimo cogerás tres enfermedades venereas que no le recomendarías ni a tu archi-enemigo. Solo hemos empezado.
Mi favorita es en la playa. Tiburones. Tiburones a diestro y siniestro. De hecho, se recomienda que la gente con heridas no se bañe en la playa por si acaso, por lo que pueda pasar. Es de locos. Durante los JJOO de Sydney murieron dos turistas atacados por tiburones. Cada año mueren mas o menos 10 personas por mordiscos de tiburones. Yo soy una persona, así que estoy en riesgo directo de morir cada vez que me meto en el océano. O algo peor que un tiburón.
Y si gracias al cielo no tienes heridas, tienes suerte y no se te come un tiburón, siempre te puede picar una medusa. «Oh, una medusa, que miedo«. No, ellos van en serio. Tienen medusas mortales. MORTALES. Te pica y no lo cuentas. Ni un tweet te da tiempo. Y las muy graciosas son minúsculas, cosa de un dedo más o menos. Por suerte para mi, están sobretodo en el norte y salen en invierno -eso ya no es tanta suerte-, pero vamos, que morir, puedo morir. Otras en cambio, son algo más grandes y feas, pero menos venenosas.
Y no solo dentro del agua. Si hay un animal al que le tengo miedo es a las abejas, avispas y derivados. Pura fobia. En Australia ya lo he superado. Aquí las abejas son comida asiática y poco más. Ahora el verdadero pánico son las malditas arañas. Las hay de todos los tipos, desde pequeñas e insignificantes hasta arañas del tamaño de mi cabeza, pasando, como no, por la famosa redback spider, que puede llegar a ser mortal. Cómo habéis podido adivinar, aquí gustan bastante los animales que pueden matarte con una sutil picadura. También son muy pequeñas y si pican a un niño, probablemente muera. Con un adulto es más complicado, pero los 3 o 4 días en hospital no te los quita nadie. ¿Qué dónde se esconden? En los sitios muy poco habituales como parkings o piscinas. Sitios muy comunes en los que morir. Hay una playa escondida, Chinamens Beach, que para llegar se necesita pasar por un camino poco habitual: allí encontramos cientos de arañas. Cientos. Si tenéis fobia, ni os lo planteéis.
Por ahora lo que no he visto algo que ayuda a mi salud mental, son avispas o abejas. No estoy seguro que haya muchas -haberlas, haylas seguro. Tienen de todo-, pero las cambian por todo tipo de bichos voladores. Todo tipo, en serio. El más común, una plaga prácticamente, es el escarabajo soldado. La típica cucaracha que todos nos atrevemos hasta que te das cuenta que vuela. Mis dos citas con la muerte han sido con bichos voladores de tamaño estándar -del tamaño de media mano, vamos-. El primero, uno que se coló en mi habitación a media noche. El segundo, en un parque y tras atravesar una tela de araña con la cara, un insecto volador me siguió durante unos segundos que en mi cabeza duraron varias horas. El susto no te lo quita nadie.
Si lo que no quieres es morir y solo esperas pasar un buen rato en el hospital, te recomiendo las serpientes. Las hay de todo tipo también, desde inofensivas y diminutas hasta, como no, mortales. En cada matorral de cada parque oirás un suave seseo que no sabes de donde procede pero que las primeras semanas te aterrará pensando que clase de serpiente asesina puede ser. A partir del primer mes ya empiezas a pasar sin miedo. Vivir está sobrevalorado en Australia. Por suerte para mi, todavía no he visto ninguna. Y casi lo prefiero así, viendo de lo que son capaces.
Para acabar, he dejado a los animales más famosos de Australia: los canguros. Esos mamíferos que saltan, llevan a sus hijos en la bolsa y parecen inofensivos. Esos bípedos que desearías abrazar. Esos malditos con un gancho que Manny Paquiao ya querría para el -enésimo- combate del siglo. Los más grandes son muy agresivos -como las personas- y sueltan el puño con una facilidad inhóspita. De hecho, en los sitios donde se suele ir a visitar canguros en libertad, se apartan a los mayores y se dejan solo a los pequeños -no wallabies, canguros pequeños- que parecen adorables pero que algún día crecerán e intentarán agredirte. Es ley de vida. Todos lo habéis visto, pero lo dejo igualmente: mejor que Luis Fabiano y Diogo, oye.
En Australia, naces -generalmente en otro país, luego te mudas allí-, creces, estás a punto de morir en incontables ocasiones a causa de los animales y luego, ya si eso, mueres. No hay tiempo de mucho más. Eso si, el resto merece la pena totalmente. Menos los tiburones. Y todos tienen cabida en la Pokédex.
Aquí os lo explican un poco más en detalle y con ilustraciones gráficas. Suerte.