Esta semana cumplo mi primer mes en Australia, en Sydney. 28 días, cuatro semanas en las que me ha dado tiempo a reflexionar un poquito sobre esta inmensa isla, sobre este país. He conocido mucha gente, la ciudad, las costumbres y las tradiciones, lo que es correcto y lo que es ilegal -muchas cosas-, y os sorprenderíais. Está bien, sí. Pero Australia también tiene su qué, los y las australianas tienen su qué. Hoy quiero hablaros de la gente australiana.
Para empezar, dejar claro que la mayoría de gente con la que me he relacionado NO es australiana, así que vamos a matizar: hablaré de gente que vive en Australia. La mayoría, de hecho, son asiáticos (coreanos o japoneses) o sudamericanos (colombianos o brasileños). Pero a todos se les ha pegado algo de aquí: son buena gente. Es increíble. Todavía no me he encontrado nadie al que en un ataque de españolidad le digas, “oye, ¿por qué no te callas?». De ir en el autobús que llega 0tra vez tarde -ese es otro tema, hoy no- y que la persona que se sienta a tu lado te pregunte que tal te ha ido el día. La primera vez alucinas, claro. Luego, lo ves hasta normal. Pronto lo echaré en falta.
Te ayudan en lo que sea: encontrar una dirección, llevar el equipaje, solucionar cualquier duda. Y siempre con una sonrisa. Como en Europa o Estados Unidos. Y vosotros pensareis, «bueno, en todo el mundo habrá gente de todo tipo«. Si querido lector, la hay. Pero aquí son TODOS así. No creo ni que sea natural. Sonríen como forma de vida. Supongo que saben que pueden morir en cualquier momento -otro tema para tocar otro día- así que fingen ser felices.
Les encanta celebrar grandes fiestas. La semana pasada fue el Mardi Gras, una fiesta como el Orgullo Gay pero sin dejar la cuidad destrozada y donde los niños podían ver el desfile. Participó la policía, el ejército -como en España, eh-, los bomberos, el colegio de médicos, profesores de la universidad e incluso algunos partidos políticos. Todos desfilando por los derechos de los homosexuales. No digo que sean más avanzados o mejores, pero sí que tienen la cabeza mejor amueblada. Este fin de semana, Saint Patrick’s Day. Hay tantos británicos que el centro de la cuidad se tiñó de verde con camisetas de Irlanda y alguna de los Celtics. Y una macro-fiesta apta para todas las edades en Hyde Park. Música en directo, atracciones y mucha cerveza. Mucha.
Tienen una parte oscura, eso es verdad. Como colonia británica que fueron, y ex prisión de máxima seguridad de la corona inglesa, se les ha quedado un rasgo de los lords. Les encanta pelearse. Sobretodo cuando beben de más. Las peleas son un habitual de las noches, al mínimo roce, pero todo es acostumbrarse a ver el espectáculo. Supongo que no podía ser todo perfecto.